Una mañana caminaba entre tus muertos
como se camina entre los muertos
intentando no tocar el tieso sueño que llevan,
y rogaba, mordía los labios de la nostalgia
para no traerte,
para no encontrarte.
Mientras los pasos levantaban polvo
ensuciando la hierba y la conciencia.
Bajo mi cabeza
en el costado izquierdo
con anhelo suplicaba tu presencia.
Me senté entre la multitud
en un salón poblado,
un laberinto donde miles de pensamientos
desembocaban el mismo recinto
o en algunos abismos.
Y desde allí te concebí
sentada a mi lado
parada al frente,
fumando un cigarrillo afuera en el jardín del tedio.
Me sentí tan pobre
tan hambrienta
cansada…