a Sandra Roxana Velasquez
Esa puerta siempre
esta entre abierta.
Nadie espera,
nadie imagina que un día llegará,
golpeará,
y dirá tu nombre.
Aquella mañana como cada mañana
estaba ausente del mundo
de mi vida
del sol
del aire.
Sonó el teléfono
al levantarlo
por cada miembro de mi cuerpo
corrió sangre helada
quedando en perfecta parálisis.
Sin entendimiento
como si un electroshock
sacudiera la conciencia.
Los parpados estáticos
la saliva ausente,
en ese instante me rendí…
Llegaron barcos del mar negro
me llevaron
me rendí...
Esa mañana sonó el teléfono
Sandra había muerto…
Al menos nos queda la palabra y la fe para resucitarnos. Interesante poesía.
ResponderEliminarPersevera.
Saludos...