Solo necesitamos la punta de una daga
que abra suave la carne
y se viertan los deseos a la descomposición futura.
El dolor desarmará del cráneo
todo pensamiento
y ese sabor caliente será insulso
en la lengua,
mientras recorre el paladar como un naufragio.
Mi pobre lenguaje
quizás acaricie tus oídos,
insista en tu cuello
algún miedo en prosa,
mientras la oscuridad se enciende.
Y la daga escoja otro recorrido
y yo no sepa que sangre me mancha
o que sabor es el mío.
o que sabor es el mío.
Que bonito!
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